EL VOLCÁN DE COAYLLO (LEYENDA)

Cuentan nuestros abuelos que antiguamente en el pueblo de Coayllo reinaba la maldad. Había muchos brujos y los pobladores vivían en comunión con el diablo. Todos se unían a él y lo querían por la fortuna con que los bendecía o por los males que llevaba a las personas que más odiaban.

Los pobladores sufrían muchos castigos que Dios les enviaba para motivar su arrepentimiento y cambien su modo de vida. Pero el pueblo no se arrepentía, por el contrario, más invocaban al demonio para que los salvara de otros castigos divinos. Llegaron a desafiar a Dios porque según dicen adoraban al diablo como a su rey.

Dios, viendo la absoluta desobediencia de los pobladores, amenazó con desaparecer a Coayllo. Desde el interior del cerro que vemos al norte de Coayllo empezaron a brotar ruidos ensordecedores y truenos que hacían temblar el inmenso cerro como si fuera a estallar en su parte alta. Unos decían que al abrirse por ahí una boca del volcán arrojaría piedras incandescentes o lava de magma que podría enterrar al pueblo. Esto hizo que los pobladores recién se preocuparon por sus vidas y suplicaran a Dios para que calmara su ira.

Pero los hijos del diablo pululaban al pie del cerro, y con sus movimientos y burlas decía a los pobladores que Satanás los salvaría de cualquier catástrofe enviada por Dios. Sin embargo, la mayoría de pobladores, postrada de rodillas imploraba a Dios para que no hiciera explotar el volcán que inevitablemente enterraría a Coayllo.

De pronto apareció un sacerdote en la plaza principal. Sin dar ninguna explicación reunió a los pobladores, y a todos los brujos les pidió que trajeran sus mejores libros a la plaza. Estos últimos, pensando que los iba a premiar, hicieron caso de las instrucciones del santo hombre y le obedecieron cual mansos corderos. Cuando todos los libros estuvieron reunidos en medio de la plaza, el sacerdote, provisto de poderosas antorchas les prendió fuego, y con esto el mal se hizo cenizas. Así como vino, el sacerdote desapareció y nadie supo quien era ni de donde había venido; pero lo cierto es que desde ese día los brujos fueron desapareciendo de Coayllo.

Así fue como la población dejó de adorar al diablo y fue perdonada por Dios, quien no hizo estallar el volcán y les devolvió la tranquilidad haciendo desaparecer los ruidos internos del cerro. En gratitud, los pobladores construyeron una capilla en la cumbre del cerro. Dicen que, para que el volcán nunca estalle. Dentro de la capilla colocaron una cruz de madera, la que hasta hoy se baja cada tres de mayo al pueblo para celebrar y rendirle culto, después de las celebraciones nuevamente la retornan a su lugar.

Así fue como los coayllanos acogieron a Dios en sus corazones para siempre. Ahora el cerro y la capilla son los guardianes atentos del pueblo. Esta última sirve además como atractivo turístico, porque de la parte frontal de dicha capilla, nace una especie de canal, el que forma el tobogán más grande del Perú. Durante las celebraciones de mayo, muchos jóvenes que vienen de distintos lugares a competir inician desde ese de punto su carrera hacia la plaza principal, demostrando valentía, arrojo y fortaleza muscular.

Por

Ricardo Pecho Villalobos

Estudiante del Centro Educativo 20133 - Coayllo

Extraído del libro: Leyendas, mitos y cuentos de Coayllo

NOTA: Nuestro enviado especial Lalo Vega, motivado por  realizar la respectiva toma gráfica de la Capilla que hace mención el cuento, logró subir a la cúspide del conocido volcán de Coayllo. Estando allí pudo aprovechar en realizar una espléndida toma panorámica de todo el valle de nuestro querido Coayllo.  Un video que todo Coayllano no debe dejar de ver.